Spacio K: Floreciendo en medio del pantano - Noticias Momoy

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domingo, 20 de diciembre de 2020

Spacio K: Floreciendo en medio del pantano



Él era un hombre bastante jóven, rondaba los 23 años; hace dos, tuvo un accidente de tránsito, lo que le valió aprender a vivir con una restricción física por el resto de su vida, ya no podía desplazarse con la total autonomía que le propiciaba el vigor a cualquier muchacho de su edad.

Así lo contaba su madre entre la nostalgia y el agradecimiento, puesto que la vida de su hijo transcurrió en otros tiempos entre el compartir de familia, el trabajo, las constantes parrandas y viajes, con su patota de amigos.

La cotidianidad del muchacho ha tomado un giro; pasa gran parte del tiempo en casa y desde allí vende prendas de vestir usadas y en buen estado, se las consigue una de las hermanas que vive en Caracas y se las envía a Boconó, con uno de los ferieros que viajan a vender hortalizas en el Mercado de Coche, todas las semanas. Dice el muchacho: esto del comercio informal es una lotería, semana bien, semanas mal, con esta crisis y en pandemia. La verdad, no es que da para mucho.

Anoche, su padre lo encontró llorando en el patio de atrás, para el muchacho fue inevitable esconder las lágrimas y al padre no le quedó remedio, con un nudo en la garganta, de preguntar qué le ocurría. La novia le había dado un ultimátum: o se iban juntos del país o la relación de un poco más de cinco años se terminaba. Le dió tres semanas para decidir; continuar en el país, según su parecer ya no le proporcionaba nada.

Mientras el muchacho le contaba a su padre, al interior de éste iban surgiendo preguntas que se deslizaban entre la incertidumbre y la fatalidad: ¿Podría su hijo, en medio de su limitación física, resistir un nuevo estilo de vida, en otro lugar, lejos de la familia? ¿Valdría la pena tanto esfuerzo? ¿Y si la muchacha lo dejaba luego de instalarse en donde iba a ser su nueva patria? ¿Podría encontrar una empresa, un comercio, alguien capaz de ofrecerle un trabajo digno? ¿Cómo sería emprender nueva vida y hacia un destino incierto?

Aquella noche decembrina, el tartamudeo, el silencio y el insomnio se apoderaron del muchacho y de su padre. Era comprensible la frustración que ambos sentían; uno por no poder ofrecer a su hijo una calidad de vida mejor y el otro, entre su limitación física, y ahora, la mala jugada que le hacía el amor.

Querido lector, tu y yo sabemos, que historias parecidas se repiten constantemente en nuestro país, y desde la exploración de la psicología pudiera dar cabida a muchas comprensiones y explicaciones que se pasean por el miedo y la culpa, por el apego y el amor, por el conflicto y la autoestima, por la toma de decisiones, la dependencia y la evasión.

Es claro y notorio que la situación actual, en nuestro país Venezuela, trae de cabeza, a la gran mayoría. Los psiquiatras y los psicólogos, lo escuchamos con distintos matices, en nuestros consultorios, pero, estoy convencida que se puede aprender a florecer en medio del pantano. Sí, aunque el pantano huela mal, sea pastoso y pareciera que tragara hacia la muerte, todo a su alrededor. Es que, mientras se recorre un trecho oscuro ¿Qué es más fácil? ¿Dejarse asustar por los murciélagos y todo tipo de animal nocturno o peligro? O ¿ Encender la linterna y buscar la salida de lo espantoso de ese camino?

Pernoctar en la zona de confort es placentero. Es muy fácil esperar la luz sentado, mientras otros encienden la fogata. Lo que garantiza la transformación es el movimiento y para asegurar ese movimiento, hay que empezar por dar el primer paso.

A mí me sorprenden los agricultores, las madres, el empresario de la pequeña ciudad, el periodista, el médico y otros tantos ejemplos; seres humanos como tú y como yo, que todos los días se convierten en héroes, y no hablo de cuentos de fantasía. Viven la realidad país, cómo tú y como yo, y están allí, en cada dígito del calendario, de pie, floreciendo en medio del pantano.

Para finalizar y enfatizar en lo que les vengo conversando, quiero compartir la breve reseña de un hombre, se llama San Juan de la Cruz. Fue un hombre pobre, pasó hambre, cuidó enfermos, tuvo experiencias duras, pero nada de eso le hizo un hombre resentido. Sacó partido de aquellas cosas que le pasaban en la vida, tuvo sensibilidad por el otro y una gran calidad humana. Ojo, San Juan de la Cruz no nació siendo santo, eso vino después y me atrevería decir que después de haber fallecido y fue tanto así, su sacar partido, que siendo encarcelado, alli, desde lo escalofriante de la celda, estalló escribiendo poesía, una de la mejor poesía Española.

El muchacho de la historia que narré en el inicio, logró convencer a su novia para que se quedaran en el país y juntos, trabajaran por el emprendimiento de un proyecto en común, cosa que nunca habían intentado y lo están llevando a cabo. Tampoco es que te estoy invitando a cultivar una falsa confianza, un falso optimismo, sino que quiero invitarte para que te des la oportunidad de ser capaz de transformar lo menos bueno en algo mejor, porque las experiencias negativas nos causan sufrimiento, dolor; esto es así y hay que pasar por ellas, pero podemos reciclar éstas experiencias para sacar de ellas lo bueno que tienen.

Deseo hayas disfrutado esta lectura y que a pesar de las circunstancias te esfuerces y disfrutes para ser feliz y por la alegría de vivir. ¿A qué contratiempo le vas a sacar partido? ¿Te atreves a florecer en medio del pantano?

¡Salud y paz!

Marielisa Pacheco Montilla
Licenciada en Psicología Mención Clínica
Parroquia Burbusay Municipio Boconó Estado Trujillo, Venezuela.

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