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domingo, 10 de enero de 2021

Spacio K: La muchacha y el pintor



La muchacha tenía 18 años, se había ido de Boconó a Caracas, iba a estudiar Arquitectura en la UCV. Se fue en el mes de enero, pero con el rollo de la pandemia, la matrícula estudiantil, la escasez de profesores y el comedor cerrado, no le quedó otra que esperar.

Entre el encierro en el apartamento, las noticias estresantes sobre el coronavirus y la vida social virtual que se desenvolvía entre su teléfono y ella, la obstinación la tenía marcada. Poco a poco, fue llenándose de tristeza, de apatía y de angustia. Y los kilos de menos, junto con la palidez, también se empezaron a notar. 

Su sueño era vivir en Caracas, pero con ésta situación, ella añoraba estar en su ciudad pueblerina; cosa que se convirtió en la queja constante de esos días de confinamiento.
 Al menos en Boconó podría salir al jardín de su casa, disfrutar del calor de su familia, respirar aire puro, compartir cara a cara con sus vecinos y amigos, entre una y otra semana de flexibilidad.

Tanto dió hasta que encontró una cola y regresó. La tez de su rostro cambió. Los ratos libres se transformaron en experimentar recetas con su madre, tratando de imitar el arte de los expertos en gastronomía que transmitía el canal de televisión. 

Hoy en día, la muchacha aún sueña con retomar su sueño universitario, pero desde la calma, ha ganado peso y está rosadita, se le ve alegre, entusiasta y vive con esperanza. Ella y su madre arrancaron con el emprendimiento de delicateses para cumpleaños, los aficionados a sus postres no se hicieron esperar. 

Un día, ella buscando más recetas hojeando las revistas de su madre, encontró ésta historia:
 
 Era un pintor Venezolano al que unos amigos le prestaron un departamento en París; él feliz se fue allí, por seis meses, para pintar al fin en la Ciudad Luz. Llegó lleno de pinceles, sus pinturas y todo el entusiasmo; se había ido con sus sueños. Pues bien, cuando llegó al piso se encontró con la sorpresa de que era un piso elegantísimo, todo alfombrado y además con las paredes blancas. “¡Horror! –pensó–; no podré pintar aquí. Voy a mancharlo todo”. Él era un pintor que pintaba en azules, amarillos, es decir, en colores fuertes. Así que empezó a no pintar y a sentirse mal; sentía que estaba desperdiciando su tiempo y su dinero, estando seis meses allí sin pintar, aunque París fuese muy bella. Hasta que se le ocurrió una idea: ¡pintaría con pinturas grises, era el color de la alfombra! El gris era un color que él nunca había usado, así que esos seis meses se los pasó pintando y descubriendo todo un mundo desde los diferentes tonos de grises; y así pintó toda una colección de cuadros que luego fue expuesta en muchas partes con gran éxito.

A la mucho la historia se le quedó grabada, como ejemplo de lo que a veces la vida nos ofrece, y que en apariencia nos lo pone como obstáculo, pero que si sabemos girar las cosas, movilizarnos y jugar con ello, podemos convertir los obstáculos en recursos, en instrumentos creativos de nuestro ser.

Dice Howard Gardner: "las personas con una mente creativa están dispuestas a levantarse, vuelven a intentarlo una y otra vez. No se duermen en los laureles, emprenden caminos desconocidos, caminan plenamente preparados para afrontar el fracaso a cambio de tener la oportunidad de volver a dejar huellas. Aprenden a reconocer qué críticas vale la pena tener en cuenta y cuáles no, y dentro de lo posible, las interioriza para ser el mejor crítico de sí mismo".

Deseo que hayas disfrutado éste artículo, que te adueñes de su sabiduría y que disfrutes los instantes de felicidad que te ofrecerá la semana.

Marielisa Pacheco Montilla
Licenciada en Psicología Mención Clínica
Boconó Estado Trujillo Venezuela

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