Evangelio según Juan 3, 14-21
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios’’.
-En palabras del papa-
"Jesús lloró no sólo por Jerusalén, sino por todos nosotros. Y dio su vida para que reconociéramos su visita. San Agustín dijo una palabra, una frase muy fuerte: '¡Tengo miedo de Dios, de Jesús, cuando pasa!' ¿Pero por qué tienes miedo? Tengo miedo de no reconocerlo. Si no vigilas tu corazón, nunca sabrás si Jesús te está visitando o no. Que el Señor nos dé a todos la gracia de reconocer el momento en que hemos sido visitados, estamos siendo visitados y seremos visitados para abrir la puerta a Jesús y así hacer que nuestros corazones se ensanchen más en el amor y sirvan al Señor Jesús en el amor."
(Santa Marta - 17 de noviembre de 2016)
Vía Vatican News
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