Reflexiones sobre el libro “Enamórate de Ti”. Del Psicólogo Cognitivo Walter Riso.
Querido lector:
No sé en qué momento de tu vida te encuentres, no obstante, hombre o mujer quien me lees quiero compartir contigo algunas ideas sobre el valor imprescindible de la autoestima. Quizá nunca imaginaste y yo tampoco, atravesar por meses donde la vida nos daría un giro que yo elijo llamar trascendencia.
Para mí ha sido un tiempo de aprender a comprender el mundo con anteojos nuevos y como diría un amigo: “me ha hecho más sensible y me ha reafirmado en el desapego”. Segura estoy que la situación de Pandemia nos ha hecho más vulnerables, entre otras cosas, cuando nos exponemos ante quienes nos rodean y principalmente ante sí mismos. Puede que ahora me conmueva contemplar la lluvia, disfrutar con serenidad el atardecer o gesticular un guiño pícaro de ojos en atención a regalar una espléndida sonrisa; me cubre parte del rostro el nuevo amigo fiel: el tapaboca. Ahora bien, ¿Qué tiene que ver la autoestima con la fragilidad individual y más aún con el amor y el enamorarse de sí? A continuación, cito textual: “El amor a uno mismo es un dique de contención contra el sufrimiento mental”.
Con frecuencia se cree que el amor es solo un sentimiento y estrictamente vinculado con la expresión de emociones y ejecución de hazañas dirigidas hacia otro, por ejemplo: familia, pareja, amigos. Adicional, en quienes se concretaría el torrente de anhelos, pensamientos, proyectos y acciones, valga decir, con un final feliz y chapulín colorado, el cuento ha terminado.
Desde un enfoque enaltecedor, la experiencia del amor en la condición humana ciertamente es un sentimiento y día tras día se convierte en una decisión. Una dimensión dentro de la jerarquía de necesidades y por sobre todos los valores, una experiencia con sentido de trascendencia, porque nos hace capaz de dar y también de recibir. Es así como entonces me veo siendo un rayo de luz para la vida de otros y la vida misma. Recuerdo que en el pregrado universitario, en esa confianza que va surgiendo entre profesor y estudiante, una profesora me contaba que ese día se encontraba de aniversario con su esposo: se regocijaba porque estaban cumpliendo 25 años de casados. Yo le pregunté con cierta curiosidad: profesora, ¿cómo es que han podido permanecer juntos durante todo este tiempo? Ella me respondió: “Marielisa, a ciencia cierta no lo sé, pero lo que si te puedo decir es que el amor es una garantía que se va construyendo todos los días, porque cada día necesitas sellarlo con pequeños gestos hacia tu compañero, entonces cuando miras hacia atrás es lo que suma”.
Hoy en día yo te pregunto: ¿qué garantía de amor has ido construyendo hacia ese compañero imborrable de vida que eres tú mismo para ti? ¿Con qué gestos te estás cuidando? ¿Cuáles regalos te has dado luego de tanto esfuerzo? Y es que la experiencia del amor hacia sí mismo, algunas veces, suele ser rebajada, olvidada y ubicarse en el contexto de lo personal como la gran ausente. Es el caso de la esposa y madre abnegada que nunca tiene tiempo para sí, del hijo o la hija que se olvidan de sus sueños y viven montados en los sueños de sus padres o hermanos, de la pareja que concibe la felicidad exclusivamente al lado de quien le haga compañía en la cama porque caso contrario se le va la vida, del jefe o del empleado que hace de la oficina su casa, porque los 365 años se hace imprescindible acudir a ese metro cuadrado, de otra manera, el negocio no funciona. En fin, tú y yo sabemos que sobran los ejemplos.
¿Qué quiero hacer comprender? 1. La experiencia del amor empieza por cada uno, a partir de su individualidad. 2. Nadie da lo que no tiene, o no ha cultivado para sí. 3. Es imposible hacerse daño a sí mismo, sin hacer daño a otro. Así pues, amarse es un valor esencial entre los semejantes y con el mismo peso, a sí mismo. Como menciona Walter Riso: “no me refiero al narcisismo, a la fascinación del ego que exhibe un enamoramiento ciego y desenfrenado del yo. Tampoco a amarse uno mismo, despreciando a los demás o excluyendo”. Te cuento una historia: érase una vez una chica quien por complacer a su novio cumplía cualquier petición que este le hiciera, a tal punto que en muchas ocasiones ella lo complacía, el chico resultaba agradado, rozagante, pero ella terminaba sintiéndose triste, sola y vacía. Terminó la relación con la partida del chico a Europa. Si antes habían levantado una historia, en el ahora, si te he visto ni recuerdo. Transcurridos tres años él la contacta vía whatsapp, retoman la comunicación, pero ahora ella habiendo adquirido mayor madurez femenina se da cuenta que hubo formas dentro de la relación que de una era sano erradicar y que si ambos deseaban darse otra oportunidad esta vez las actitudes, las respuestas y las acciones ameritaba que al menos ella se comportara diferente. Entonces no había de otra, con firmeza, respeto y armonía comunicarlo con sinceridad. La chica con su nueva forma de relacionarse facilitó que ambos comenzaran una nueva etapa donde los dos, sintiéndose merecedores de amor, identificaron como darlo y recibirlo sin violentarse cada uno ¿Por dónde comenzaron? Por respetar los valores que por separado habían consolidado.
En el presente ya no habría lugar para frases humillantes y ofensivas, tampoco para intercambiar fotografías subidas de tono que los comprometiera a ambos. ¿Cuál podría ser una de las lecciones aprendidas? Enamorarse de sí, el haberse dado cuenta que el respeto por el otro empieza por sí mismo.
¿Cómo se resumiría lo narrado? Reconociendo que cada uno es digno por poseer un don que se llama vida, que cada quien tiene derecho a disfrutar de un tiempo y un espacio que por cierto, es caduco.
Me encanta una frase del Papa Francisco y quiero compartirla contigo: “Eres un pensamiento de Dios” y luego, parafraseando a San Pablo de Tarso en una de sus cartas: “Dios no hace basura”. Perdón querido lector por esta dureza final en mis palabras.
En mis consultas identifico con recurrencia que hay quienes se sienten nada o muy chiquititos, otros queriéndose lanzar por el viaducto o ingerir una sustancia tóxica para acabar con su vida. Sé que muchos de ustedes necesitan leer estas palabras y otros escucharlas. Vales por lo que eres en esencia, no por lo que tienes aunque aumente tu brillo. Ya vales de por sí. Lo material, en esta sociedad líquida, de performance de apariencias y de consumo, es solo una pantalla. Cada uno es infinitamente valioso y supera lo material consolidado.
Si en esta situación de Pandemia te sientes o has sentido disminuido, atascado y atrapado en la emboscada de pensamientos que te impiden ser tú y alegrarte en la plenitud de esta vida terrena, pues yo hoy te digo: la vida es corta. Detente, toma un respiro.
“Si de noche lloras por el sol, no verás las estrellas”. Enamórate de ti. Lucha, persevera, se paciente, atrévete a dar ese primer paso que desde hace tiempo has soñado y ánimo. Con certeza te digo: tú eres un hijo amado de Dios, desde la eternidad está contigo. Siéntete bendecido. Te deseo lo mejor.
En el próximo compartir seguiré reflexionando sobre ideas posteriores del libro que han llamado mi atención. Espero haberte sido buena compañía. Salud!
Marielisa Pacheco Montilla. Licenciada en Psicología Mención Clínica. Burbusay.
Gracias!!! Lindo mensaje!!! Tu y tu universo de sabiduría!!!
ResponderEliminarExcelentes palabras Marielisa, ricas en fortalezas!!!
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