Hoy martes la liturgia de la palabra continúa presentándonos la narración del libro de Juan, en el capítulo 13, versículos del 21 al 33, y del 36 al 38. Nos va encaminando hacia la hora de Jesús, en la Última Cena.
Para la reflexión de esta noche tomaré del citado Evangelio algunos extractos: "Jesús se turbó en su interior y declaró: uno de vosotros me entregará...Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar. Y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró Satanás." Posteriormente, "Simón Pedro le dice: Señor, ¿A dónde vas? ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por tí. Le responde Jesús: ¿Qué darás tu vida por mí? No cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces."
Reflexión:
Ya en la Última Cena el corazón de Jesús se iba llenando de una tristeza profunda estando con sus discípulos. Era de noche, tanto la traición de Judas, como la negación de Pedro, iban tomando forma. Judas, en quien Satanás entraba y así, pasaba a pertenecer al mundo de las tinieblas. Pedro, en quien se declaraba la impotencia y el anuncio del martirio que parecería más adelante.
En mi mundo actual, también puedo ver como la fragilidad y la miseria se apoderan de mí y de quienes me rodean. Me pregunto como quien hace un examen de conciencia: ¿Cuántas veces me he dejado llevar por lo malo dejando de buscar lo bueno? ¿Cómo en ocasiones entro en las tinieblas? ¿Qué área de mi vida busca la oscuridad, el mal, para actuar desmedidamente, pensando incluso, que nadie me ve? ¿Dejo de obrar lo bueno pensando en el qué dirán? ¿Cómo me juzgarán? ¿Sin pensar en lo que Dios me está pidiendo en realidad?
Oración:
Señor Jesús, hoy me sigues mostrando que tú actitud frente a la maldad, es seguir adelante, sin dejarte arrastrar por ella, ni contaminar. Hoy me muestras que tú actitud es de perseverancia, de constancia y de obediencia al Padre. Perseveras haciendo el bien y vences el mal a fuerza de bien. Señor Jesús, ábreme los ojos y los oídos para que en esta noche yo no te abandone y sepa escucharte cuando me dices, queriéndote arrancar el corazón a pedazos, que tú me quieres, que quieres cuidarme. Ayúdame a encontrar razones para que cada palabra tuya me acerque a tí, que cuando me llames hijito, hijo amado, yo me decida a no ser como Judas, ni siquiera como Pedro, sino a ser como San Juan y vivir recostado en tu Sagrado Corazón, Jesús. Amén.
Escrito por la psicóloga Marielisa Pacheco
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